domingo, 22 de junio de 2008

La ciudad.

El sol al salir, recortado con las montañas en el horizonte, se ve diminuto comparado con el astro que ilumina las tierras de Enésimo, pero el calor y la luz que emite es igual e inclusive un poco mayor.

Aún no es iluminada una parte de la ciudad, ver las luces que iluminan las casas y los edificios, que también le llenan de asombro y curiosidad, no es cosa de todos los días.

La forma de los edificios modernos, con siglos de adelanto a su civilización, lo hace creer que son castillos con hechiceros o magos avanzados muy poderosos. La tecnología que conoce es muy limitada.

Los límites de la ciudad están separados del bosque con tubos parados y divididos con franjas a los lados, para que sea revisado lo que transite y saber su figura, así la ciudad está preparada para cualquier situación difícil.




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De pronto tiene que correr, un auto se acerca a una velocidad imposible para él. Una especie de carro sin bestias que lo jalen y vuela como a tres cuartas del suelo. El suelo firme como de piedra, es lo que menos asombro le causa.

A medida que se adentra en la ciudad va descubriendo rostros amorfos o parecidos a los de algunos animales, con bocas u ojos múltiples, escasos o desproporcionados y con pieles de colores. Muy pocos se le parecen físicamente.

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